Dos vías opuestas para Brasil
Por Hedelberto López Blanch*
Cuando
este domingo 7 de octubre se realicen las elecciones presidenciales en
Brasil, sus ciudadanos decidirán si quieren volver a tener una nación
democrática con inclusión social para la mayoría de sus habitantes o si
optan por un neoliberalismo agresivo, de posible autoritarismo y de
exclusión social.
Y
es que de los seis aspirantes a la primera magistratura, solo dos
presentan posibilidades de lograrlo, según las encuestas: el
representante del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, y
ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL).
Haddad,
quien fue designado para sustituir al candidato y ex presidente Luiz
Inacio Lula da Silva, quien marchaba al frente de todas las encuestas,
pero fue detenido y vetado arbitrariamente para participar en las
elecciones, presenta un programa similar al de Lula.
Fernando
Haddad es profesor, ex alcalde de Sao Paulo y ex ministro de Educación
durante las presidencias del PT, años en que creó 18 universidades y 360
Institutos Federales para incorporar y dar acceso a los centros de
educación a negros, mestizos e indígenas.
Este
candidato propone la anulación de la reforma de flexibilización laboral
y la ley de ajustes impuestas por el mandatario de facto, Michel Temer,
tras el golpe de Estado parlamentario contra la ex presidenta Dilma
Rousseff; realizar una reforma tributaria e incluir el impuesto de renta
justo; revocar el congelamiento de la inversión social y de las
privatizaciones impulsadas por Temer.
También
una reforma del Estado en un proceso constituyente popular; la
implementación de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad por
crímenes de la dictadura militar y el desarrollo de una renta básica
ciudadana. Como ocurrió durante los gobiernos del PT, Petrobrás estará
en el eje de la economía de Brasil con precios controlados y función
social.
El
desafío de Haddad será lograr obtener los votos preliminares con los
que contaba Lula y poder disputar la presidencia contra el
ultraderechista Bolsonaro en un casi seguro balotaje. Todas las
indagaciones dan como seguro ganador en la segunda vuelta a Haddad.
En
los anteriores gobiernos del PT (2003-2015) encabezados por Lula y
Dilma, respectivamente, proliferaron los programas sociales y sacaron de
la pobreza a más de 28 000 000 de habitantes. Lula logró estabilizar la
economía y que creciera el Producto Interno Bruto (PIB) a un promedio
de 4,1 % anual. Canceló toda la deuda con el Fondo Monetario
Internacional (FMI), redujo el desempleo a 5,7 % y consolidó al país
como uno de los más grandes exportadores de crudo del mundo, a
diferencia de lo que es hoy Brasil con una contracción del 1 % en el
segundo trimestre de 2018 y una caída de la industria de manufactura del
10,9 %; retroceso, del 3,8 % en los servicios, 4,9 % en la
construcción, automóviles y autopartes, y 13,2 millones de brasileños
sin empleos.
Tras
el golpe parlamentario contra Dilma, (la mayoría de sus ejecutores
están envueltos en graves casos de corrupción) Michel Temer desató una
agresiva política neoliberal con impulso a las privatizaciones de
propiedades estatales.
Recordemos que de los 513 diputados de la Cámara
de Representante, 299 son investigados en procesos judiciales y 76 han
sido sancionados. Entre los más relevantes aparecen Temer, quien fue
denunciado por haber recibido de Petrobrás 3 000 000 de dólares para
llevar adelante su campaña electoral, además de estar acusado en dos ocasiones por casos de corrupción, sobornos y obstrucción a la justicia.
Las
consecuencias durante su administración han sido aciagas para la
mayoría de la población pues lejos de sacar al gigante sudamericano de
la recesión, la economía se ha situado entre las más débiles de los
países emergentes con un déficit presupuestario de 7,8 % del PIB en 2017
y una deuda pública del 74,5 %.
El
crecimiento económico roza el 1 % y la famosa lluvia de inversiones que
vendría tras sus decisiones, nunca llegó. Hasta el primer trimestre de
este año, la inversión extranjera productiva bajó un 30 % con respecto
al mismo período de 2017, según el Banco Central de Brasil.
Por
su parte, Bolsonaro, ex capitán del Ejército y diputado desde hace 17
años por el Estado de Río de Janeiro, presenta un programa electoral
nebuloso y su ignorancia sobre asuntos básicos de la economía,
reconocido por él mismo en intervenciones públicas, preocupa a muchos.
El
sociólogo Paulo Baía declaró a la prensa que “Bolsonaro tiene un
discurso mesiánico sin mucho contenido. No tiene propuestas concretas
para gobernar Brasil, o por lo menos hasta ahora no las ha comunicado.
Es un político egocéntrico y autorreferencial, que dice va a salvar el país obviando el cómo”.
Prevé la privatización de otras 100 empresas públicas y la
reducción de las estructuras de 29 Ministerios, así como unificar las
carteras de Hacienda, Planeamiento, Industria y Comercio en una sola de
Economía.
Sus declaraciones machistas, homofóbicas, abogar porque las mujeres
cobren menor salario que los hombres; su eslogan “Más Brasil y menos
Brasilia”, lo comparan con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En
general, Bolsonaro ha expresado su desprecio por la democracia y su
nostalgia por la dictadura militar instaurada en el país en 1964 y hasta
elogió en público al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra (ya
fallecido) responsable de torturar a Rousseff durante la dictadura.
En
definitiva el pueblo brasileño tiene en las urnas la posibilidad de
decidir el futuro de la nación por cauces más beneficiosos para las
grandes mayorías desamparadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario